Cómo determinar la dimensión óptima de la empresa

Una vez establecido el lugar donde nos situaremos, la siguiente decisión que hay que tomar será acerca del tamaño o dimensión que le daremos a la empresa. Muchas veces esto depende de los recursos financieros de los que disponemos, pero en cualquier caso no tiene por qué ser mejor elegir un tamaño grande, aunque estemos en condiciones de hacerlo. Es poco aconsejable quedarse cortos en cuanto a la dimensión de la empresa, pero tampoco es bueno pasarse; en el primer caso perderemos oportunidades de venta; y, en el segundo, estaremos desperdiciando capacidad productiva.

La elección de la dimensión lleva aparejada una determinada capacidad productiva; es decir, el nivel de producción al que podemos llegar como máximo. Lógicamente, la dimensión óptima estará relacionada con la capacidad productiva deseada. Para calacularla deberemos disponer de información sobre cuáles serán nuestras ventas y cómo se distribuirán en el tiempo. De esta forma, a mayor volumen de ventas, mayor capacidad necesitaremos. Sin embargo, también hay que tener en cuenta el concepto de estacionalidad, es decir, el modo en que éstas se realizan durante el año.

El primer problema causado por la elección de la dimensión es la falta de capacidad. En este caso el problema consiste en que perderemos ventas, pues al poseer nuestra empresa unas dimensiones reducidas no podremos hacer frente a todas las demandas de nuestros clientes. No perderemos dinero, pero lo dejaremos de ganar, que para el caso es lo mismo.

El segundo problema es el exceso de capacidad, que es justamente el problema contrario al anterior. Ocurre cuando estimamos una demanda por encima de la real, y nos encontramos con que el tamaño de nuestra empresa es demasiado grande; en otras palabras, la empresa está sobredimensionada. El problema estriba en que no estamos utilizando parte de nuestra capacidad productiva, lo que significa que por ejemplo no utilizamos todo el espacio de las oficinas o de la nave industrial, hay máquinas que están paradas, etc. En definitiva, estamos soportando unos costes superiores a los que realmente necesitamos para el nivel de producción actual.

Por tanto, tanto un defecto como un exceso de capacidad no son recomendables, pero eso no significa que debamos calcular nuestra capacidad productiva al límite de las ventas esperadas; siempre hay que dejar un margen para un posible incremento de las ventas y, en consecuencia, de la producción. Se estima que un porcentaje del 80% de utilización de la capacidad es una buena cifra, pues se aprovecha bastante el capital de la empresa y permite un eventual aumento de la producción.

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