Incentivar a los trabajadores con formación es una estrategia de éxito

Los incentivos a los trabajadores suelen montarse de maneras muy diferentes. Dependiendo de cada empresa, se pueden encontrar modelos que no contemplan incentivos y que ofrecen “pan para todos” y otros que sí lo hacen, poniendo a disposición de los empleados fórmulas para premiar el desempeño y motivarles en el trabajo.

La discusión de cómo deben ser estas fórmulas viene de lejos y no es sencillo dar con la ideal para todos los casos. Dependiendo de la empresa o del trabajador al que se le pregunte, habrá soluciones diferentes y es difícil encontrar un consenso. Dinero, reconocimiento, pagos en especie, días libres, son algunos ejemplos de contraprestaciones al reconocimiento que se pueden ver en los sistemas de incentivos a los trabajadores y que no dejan a todo el mundo contento en todos los casos. ¿Qué puede hacer una empresa para mejorar su sistema de incentivos?

Apostar por la formación como incentivo es una estrategia ganadora

Si tuviera que montar un sistema de incentivos a día de hoy, sin dudarlo ni un segundo apostaría por uno basado principalmente en reconocimiento y formación, dejando otras componentes como el dinero y los pagos en especie con un protagonismo mucho menor.

La formación de calidad es uno de los mejores premios que una empresa puede ofrecerle a los trabajadores que ofrecen un buen nivel de desempeño, dado que es una herramienta que genera motivación, ayuda a adquirir nuevas capacidades y habilidades y genera competencia interna.

La formación como base del sistema de incentivos lleva a que en el medio y largo plazo, el dinero invertido en el programa de incentivos sirva para disponer de una plantilla de calidad, formada y con un buen nivel para el desempeño de las tareas que se le encomiendan.

¿Y si los buenos trabajadores formados se marchan a la competencia?

Ante estrategias que buscan dotar de formación a los trabajadores, casi siempre surge alguien que dice lo de “hay un problema porque si formamos a los trabajadores, se nos van”. Esta cuestión ya tiene una respuesta considerada clásica, que es la de “es peor que los peores empleados, los que no quieren formarse, se queden…”.

Resulta evidente, cuando se considera la formación como un gasto y no como una inversión, en personas, se pueden ver planteamientos como el mencionado. El hecho de dedicar recursos a la formación de los trabajadores, además, es una de las claves para evitar escenarios de alta rotación del personal, en los que mucha gente entra y mucha sale. La formación es una gran herramienta para poder contar con personal fiel a la empresa, es decir, con una plantilla sólida y estable en el tiempo, que pueda generar valor para los clientes.

¿Qué algunos empleados se van a trabajar a otras empresas, incluso de la competencia? Es algo contra lo que se puede luchar, tratando de aportar valor y cuidando al empleado, pero no cuando éste decide salir por sus razones (mejor salario, necesidad de cambio, etc.). Es algo que pasará sí o sí en algún momento y que hay que asumir como un riesgo de la propia actividad. Al fin y al cabo, nadie es imprescindible o, al menos, no debería serlo.

Conclusiones: la formación aporta valor a la empresa y a los trabajadores y, por tanto, a los clientes

Los trabajadores que reciben incentivos basados en formación de calidad, están recibiendo “una caña de pescar en lugar de pescado”, es decir, están recibiendo una herramienta para forjar su futuro y poder optar a tener continuidad en su puesto de trabajo o estar en disposición para evolucionar a otros que requieran el desempeño de otras tareas diferentes, bien por necesidades de la empresa, o por promoción profesional.

La formación es una garantía para el trabajador, dado que le permite estar al día y actualizar sus conocimientos y habilidades, poniendo a disposición de la empresa un perfil profesional competente y competitivo. No hay peor cosa para el negocio que disponer en su plantilla de “dinosaurios” desfasados, perfiles a través de los que es imposible generar valor para los clientes y que suponen un lastre.

Por tanto, se puede afirmar que la formación de calidad aporta valor, tanto para la empresa, como para los trabajadores, y por extensión, a los clientes. Un negocio con trabajadores formados, tiene mucho camino recorrido para poder obtener buenos resultados.

¿Qué posición tiene tu empresa con respecto a la formación como incentivo para los trabajadores?

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